El pasillo rojo

No es que ahora me haya dado por escribir sobre temas arquitectónicos ni nada por el estilo, pero algún día tenía que escribir sobre este pasaje que no hace otra cosa que llenarme la cabeza de ideas y pensamientos que no siempre son agradables.

Cada día (exactamente 4 días a la semana) paso por este pasillo de color rojo oscuro. No es ni muy largo ni muy corto. Es rojo. No escribiría sobre él si no fuese porque fue testigo de uno de los golpes más duros que he recibido. Fue él quien me sostuvo la cabeza cuando no sabía dónde apoyarla. Vale, me sirvió de apoyo, pero odio pensar en lo que realmente pasó. Cada vez que lo cruzo aparecen imágenes de aquella fatídica noche. Y no hay otro camino, tengo que atravesarlo me guste o no.

Un sitio que te traiga malos recuerdos es un lugar maldito. Y podría decir con facilidad que el pasillo rojo es mi lugar maldito por excelencia. Pero no puedo. No puedo porque entre las paredes que forman este lugar me esperan muchos días de trabajo. No sería apropiado odiar un lugar en el que me voy a jugar cosas tan importantes. El problema es que al cruzarlo no sé hacia dónde tengo que mirar, porque la pared no está pintada de rojo. Está pintada de recuerdos.

PD: No dudéis en pasaros por Si no lo digo, Reviento (http://panoreventar.blogspot.com/). Un blog de un amigo que seguro os hará pasar buenos ratos.