martes, 8 de mayo de 2012

Chupito de piña

Vuelvo en ferrocarril del centro de la ciudad. Me siento en uno de los últimos asientos del vagón. Además lo hago desafiando a mis principios, mi salud y mi integridad: dándole la espalda a la dirección de la marcha. Una auténtica locura para lo que yo soy. No hay demasiada gente en el vagón, se respira una tranquilidad agradable para ser un viernes tarde. Quizás es por eso que me llegan al oído las palabras que intercambian mis vecinos más cercanos dentro del vagón. Él está sentado mirando hacia mi y ella enfrente de él, dándome la espalda. Lo único que puedo ver de ella es su melena castaño-rubia y un brazo que asoma por el lado del asiento. El brazo termina en una Blackerry que en ningún momento dejará de estar en funcionamiento. Él tiene el pelo negro, rizado. Viste un jersey azul marino por el cual asoma el cuello blanco de la camisa. (Supongo que) cuando habla con ella la mira a los ojos, pero tiende a acercarse la mano a la cara como para rascarse pero no termina de ser un gesto demasiado definido. No suelo escuchar conversaciones ajenas, pero creo que esta vez el espíritu periodístico que llevo dentro me traiciona o quizás es simplemente una forma de amenizar el trayecto. 

A continuación presento la conversación que escuché entre mis dos desconocidos acompañantes. Agárrense fuerte.

Hablan sobre el colegio. En ningún momento queda claro de qué escuela están hablando, pero pronto me doy cuenta de que no van a la misma ya que él le está preguntando sobre sus asignaturas. Él no deja de mirarla cuando habla. Habla con naturalidad, pero lo hace con continuidad, como si tuviese miedo al silencio. Podría arriesgarme y decir que a él le gusta ella, o por lo menos que está intentando por todos los medios parecer simpático y generar el interés de ella. Ella no le presta demasiada atención. Desde mi posición puedo ver cómo salta de una conversación a otra con su aparatito. 

- ¿Y haces Economía? ¿El año que viene también tendrás Economía? -pregunta él cuando empiezo a escuchar.

- Sí, justo tengo que estudiar Economía este finde. Pero el año que viene ya no hago. Lo que sí hacemos los dos años es Empresa -contesta ella sin ponerle demasiado interés al asunto.

-¿Y qué hacéis en empresa?

- No sé.

-¿Cómo que no sabes? -pregunta bastante incrédulo él.

- Pues eso, no sé muy bien qué es lo que estamos haciendo, pero me encanta. Sí, me gusta mucho, y además mi profesor es de ESADE.

En este punto me doy cuenta de que la conversación entre los dos alumnos de primero de bachillerato promete. Es él quien vuelve a la carga.

- ¿Y hacéis deporte?

-Sí, hacemos una semana físico y la otra deportes tipo fútbol, basket y alguno otro. Está bien porque juego a fútbol con Fulanito (no escucho bien el nombre, pero en el tono de ella intuyo que es el mozo que la hace suspirar ). Es muy bueno. Me ha dicho que juega desde los 3 años.

-¿Eso te ha dicho? Bueno, no significa nada. En el fondo todos dicen que juegan desde muy pequeños y eso no es ninguna garantía de que luego sean buenos.

Bien campeón, ahí le has dado. Lástima que este comentario no le ayuda en absoluto.

-¿Y tú haces algún deporte fuera del colegio? - pregunta rápidamente él para evitar una catástrofe.

- No... ¡Bueno sí! Juego a paddle. - contesta ella, que tiene muy dominado eso de hablar mientras sus dedos teclean a cien caracteres por segundo.

-Oh, podríamos jugar algún día, seguro que te gano -bromea él

-No sé, creo que no dará tiempo porque en cuanto acabe el cole me voy todo el verano a Menorca.

Aquí él parece venirse abajo. Pero es un luchador y decide tantear otros terrenos.

-¿Y hoy no sales?

- ¡Que va! Tengo que estudiar. Pero mañana saldré, después de ir al Camp Nou.

- Pero si el partido es tarde igual acabas a las 00:30, eso ya sería tarde para salir.

El pobre chico no sabe que está ante una mujer y no una chiquilla de primero de bachillerato. Ella no contesta. Me la imagino pensando "¿Tarde a las 00:30? Vaya pringado. Con mis amigas como somos más mayores, guapas, maduras, locas salimos a las 2:00 MÍNIMO". Igual no lo está pensando y se lo está comentando a alguna de sus bf (para los no simpatizantes con el mundo juvenil "best friends"). Finalmente, él tira la casa por la ventana.

-Debería bajarme aquí, pero sigo hasta tu parada y te acompaño a casa.

-¿En serio? No deberías, no hace falta.

-No pasa nada, luego iré a casa de un amigo que vive por allí.

Finalmente llegan a la parada. Se bajan y los veo caminar por el andén. Ella delante, sin despegar los ojos de la Blackberry. Él detrás, como una sombra, pero con una sonrisa de esas que dan lástima. Lástima porque todo apunta a que va a ser el blanco de todo tipo de comentarios ofensivos cuando nuestra protagonista salga esta noche con sus amigas. Una noche de fiesta loca y desenfreno entre chupitos de zumo de piña que "suben un montón tía".


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