lunes, 20 de diciembre de 2010

Escribir un poco más

Llevaba todo el finde sin escribir, y ahora que lo he hecho, siento como si me hubiese quedado corto. Por eso voy a seguir escribiendo un poco antes de que mis ojos se cierren para no abrirse dentro de unas horas. Ya que no he escrito en dos días, voy a escribir sobre este fin de semana. O sobre las impresiones que me ha dado. En realidad no sé exáctamente como hablar de este finde. A ver que sale.

En primer lugar destacar que acaba de llegar mi hermano, al que no veía desde finales de agosto. Llegas aquí y consigues que me sienta viejo y que ya no sea tan "hermano mayor", por lo menos en el tema de la diferencia de estatura. Pero me alegro de verdad que vuelvas para los días navideños, aunque eso suponga la pérdida de mi condición de "hijo único por un año". Bienvenido.

He tenido también la oportunidad de retroceder en el tiempo durante unas horas y poder disfrutar de lo lindo de esta experiencia. Que bien sientan los pantalones acampanados, el cuello alto, la melena rizada a la altura de los hombros y una buena escucha a los grandes del funky. Salir durante un rato de los problemas de la actualidad para echar unas risas tontas y dejar las preocupaciones en la puerta. Creo que habría que hacerlo más a menudo. Digamos que sería como una terapia. Igual funciona. Igual no. Pero es divertido.

Este fin de semana me he emocionado. He visto y oído unas lágrimas hechas de puro sentimiento. Igual no era de mi incumbencia, pero aquello me hizo pensar y reflexionar. Las cosas bonitas se rompen. Las piezas rotas pueden volverse a juntar. Aunque sea sólo durante unos instantes. Y es en ese momento de conexión en el que sale la verdad de las cosas. La verdad hace llorar.

Cuando hay lágrimas de por medio, aquello es real, verídico.

Finalmente, me he cruzado con los fantasmas del pasado. Los vi de lejos, pensé en evitarlos y ponerme a cubierto. Pero fueron rápidos y me vieron. Vinieron hacia mi. Estaban sorprendentemente cariñosos. Acabé mirando a través de sus ojos intentando adivinar sus intenciones. Pero como siempre, ellos pudieron conmigo y no conseguí averiguar nada. Sólo pude darme cuenta de una cosa:

Llevaban un bonito vestido.

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