Luchar contra lo inevitable. De entrada es un objetivo fastidiado. Pero tampoco es una promesa falsa. Sencillamente, es una realidad a la que hay que intentar darle un giro. Las ganas no me faltan, la conciencia de saber lo que debo hacer está allí. Pero desaparece justo cuando no debe. Cuando ese "otro yo" aparece de la nada y lo estropea todo.
Cansa. Porque yo lo puedo sufrir, pero el resto no tiene que soportar esa respiración agitada, esa no-sonrisa, esos gritos y esos oídos que dejan de escuchar. No soy yo, pero sale de mi. Me disgusta y no trae más que malos ratos que nadie se merece. Aunque repita mil veces que no volverá a pasar, ¡Zas! ya estoy de nuevo subiéndome por las paredes. Lo siento mucho.
He dicho que no volvería pasar. Me duele pensar que igual no es así, pero me motiva creer que poco a poco esto va a ser historia. ¿Y por qué lo pienso? Básicamente porque estás tú.
(y tú no te lo mereces)
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