Creo que he esperado demasiado para escribir esta entrada. De verdad, y no debería haber pasado tanto tiempo. Me da mucha rabia que por culpa de cosas que uno descubre de repente haya tenido que salir esto ahora y no antes. Pero cuando descubres que hasta la gente de tu entorno forma parte de ese gran cúmulo de personas a las que nunca te gustaría que perteneciesen sólo queda llenarse de decepción. Decepción porque no te imaginabas que llegarían a ciertos extremos. Desgraciadamente, muy poca gente sabe ver dónde está el límite.
Hay que tener criterio, no podemos ser marionetas todos los días de nuestra vida. Hay que tener claro (o intentarlo) qué es lo que pensamos, qué es lo que creemos y qué esperamos de nosotros mismos. El problema es la intolerancia, cuando creemos que nuestro criterio es el único aceptable. Es una palabra que pesa y desgraciadamente le gente no sabe reconocer que la lleva tatuada en la frente. Pero se les ve el plumero. Porque empiezan a escupir críticas a diestro y siniestro. Y no digo que esté mal criticar. Es más, una crítica bien fundamentada puede ser más que útil. Pero la crítica puede ser un arma letal, casi de tortura.
Hoy he corroborado que hay gente amargada que disfruta con la crítica, desmontando ilusiones y generando ODIO e INTOLERANCIA. Qué palabras más feas. Lo peor de todo es que son personas que portan el estandarte de la indignación, de el ansia de libertad, de democracia, de igualdad y de respeto ¿Y dónde narices está el respeto? Que yo sepa, no critican nada que les haya generado un mal de forma directa. Que yo sepa, nadie les ha dicho nada para que contesten con insultos y humillaciones. Es triste, muy triste, ver que personas a las que aprecias te suelten indirectamente semejantes bofetadas. Y me dan pena. Sí, creen que con esas lenguas viscerales van a dormir mejor cuando en realidad una buena dosis de reflexión y de respeto les haría mejores personas de lo que en realidad son.
Hay que tener criterio, no podemos ser marionetas todos los días de nuestra vida. Hay que tener claro (o intentarlo) qué es lo que pensamos, qué es lo que creemos y qué esperamos de nosotros mismos. El problema es la intolerancia, cuando creemos que nuestro criterio es el único aceptable. Es una palabra que pesa y desgraciadamente le gente no sabe reconocer que la lleva tatuada en la frente. Pero se les ve el plumero. Porque empiezan a escupir críticas a diestro y siniestro. Y no digo que esté mal criticar. Es más, una crítica bien fundamentada puede ser más que útil. Pero la crítica puede ser un arma letal, casi de tortura.
Hoy he corroborado que hay gente amargada que disfruta con la crítica, desmontando ilusiones y generando ODIO e INTOLERANCIA. Qué palabras más feas. Lo peor de todo es que son personas que portan el estandarte de la indignación, de el ansia de libertad, de democracia, de igualdad y de respeto ¿Y dónde narices está el respeto? Que yo sepa, no critican nada que les haya generado un mal de forma directa. Que yo sepa, nadie les ha dicho nada para que contesten con insultos y humillaciones. Es triste, muy triste, ver que personas a las que aprecias te suelten indirectamente semejantes bofetadas. Y me dan pena. Sí, creen que con esas lenguas viscerales van a dormir mejor cuando en realidad una buena dosis de reflexión y de respeto les haría mejores personas de lo que en realidad son.
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