Toca encender la luz
Pocos muertos están tan vivos. Osama Bin Laden sigue presente en las conversaciones de millones de personas de todo el mundo. Ha muerto, pero sigue habiendo un halo de misterio que rodea todo lo relacionado con su asesinato. Desde que se conoció la noticia de que un comando de estadounidenses había entrado en el domicilio del líder de Al Qaeda en Abbottabad para acabar con él no han dejado de surgir dudas. Dejando de un lado los conflictos entre aquellos que se alegran de que se haya acabado por fin con el enemigo número uno de EE.UU. y aquellos escépticos ante un Nobel de la Paz que ordena la ejecución de alguien; hay una cuestión que va cobrando fuerza: ¿Realmente murió en aquella operación llevada a cabo el lunes?
Obama ha anunciado que no se harán públicas las fotografías del cadáver de Bin Laden. El presidente cree que no hay que exhibirlas como si de un trofeo se tratase. El mismo director de la CIA, Leon Panetta, había dicho que tarde o temprano aquellas imágenes serían filtradas. Parece ser que Obama ha tomado las riendas del asunto y no le importa contradecir al máximo responsable de la operación que ha acabado con el terrorista más buscado. La no publicación de las imágenes no cierra el asunto ni tranquiliza a nadie. Obama, seguramente, es consciente de ello pero parece que el asunto se está haciendo cada vez más gordo y el presidente ya no sabe con demasiada certeza qué debe hacer. Aquellas personas que creen que Bin Laden no murió en la operación, que sigue vivo, que hace años que está muerto o que esta bajo la custodia americana tienen cada vez más razones para creer que sus sospechas son ciertas. Cuando crecen las sospechas, crece la desconfianza.
Ha sido una noticia de un calibre casi incalculable. El mundo entero está pendiente de que suceda algo que aclare el asunto o deje ver, aunque sea un poco, la realidad. Manipulaciones de las fotos del cadáver, de las fotos de la Casa Blanca en las que los altos cargos del gobierno seguían la operación, rumores sobre la operación, miedo a una revolución… Nada de esto ayuda a resolver los misterios que envuelven el caso. Y eso no es bueno para EE.UU. ni para su presidente. Si Obama espera demasiado a aclarar las dudas será demasiado tarde. Ha llegado el momento de explicar las cosas con claridad. Cada día que pasa es un día de incertidumbre.
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